¿Para qué evaluar?
“Existe una función reguladora o formativa de la evaluación,
que se complementa con la acreditativa, la de rendir cuentas a la sociedad de
que la función social de la educación se cumple, que todos aprenden. Esta
segunda función es la que se vincula con las calificaciones. El sistema
educativo debe conjugar ambas.
La evaluación servirá
para decirle al docente que evalúa cuál el siguiente paso y al alumno evaluado
dónde está. Además, debe permitir que el alumno, al dejar atrás la escuela, sea
capaz de regular su propio proceso de aprendizaje, sepa cuándo aprende, por
qué, qué le ayuda en ese proceso y qué no. A veces el alumno suspende y no sabe
qué ha hecho mal. Está prevaleciendo la función meramente acreditativa, no
reguladora, de la evaluación. Y aquí radica el problema, cuando hay una gran
presión académico-acreditativa. Esta se intensifica sobre todo a partir de
secundaria. Considero que la Lomce en este sentido es un poco esquizofrénica,
porque por un lado se transmite que la evaluación ha de ser formativa, pero,
por otro, los alumnos han de arañar décimas, llegar a determinadas medias,
porque hacerlo o no tiene unos efectos”.